Llevo años observando con un halo espeso de preocupación, como en América Latina el hampa y la corrupción, ganan presencia con desesperado apuro en el terreno empresarial. Negocios relacionados con el lado oscuro de la humanidad se propagan de manera fría y cotidiana por la región, como si fueran la metástasis del peor de los cánceres, promovidos por quienes he decidido llamar, emprendedores ácidos.
Personas que se debaten
con desdén entre la vida y la muerte, lo moral e inmoral, haciendo parte de
empresas, proyectos o emprendimientos que se sustentan desde lo ilegal, ilícito
y clandestino para operar. Personajes que, en su mayoría, tiene las
competencias emprendedoras en un nivel alto superior, pero que entre las pocas oportunidades
que ofrece el entorno, la ambición desmedida para ascender en la escala social,
o el deseo de emular la holiwoodesca vida de los patrones, conforman
parte activa de conglomerados económicos que sirven a lo deshonesto, para ser
“exitosos” y progresar en la vida.
Los ácidos lideran negocios relacionados con la condición humana
en su peor expresión: Empresas de sicariato, tráfico de personas, drogas, prostitución,
corrupción estatal, robo o contrabando, negocios que se convierten en grandes generadores
de empleo informal y riqueza subterránea, aportando sin secreto ni pudor a la
economía de nuestros pueblos, apalancados en criterios de estrategia, empresarismo
e innovación.
De allí lo paradójico del asunto. Emprendedores con todas las capacidades,
pero delinquiendo.
Y no son pocos.
Tampoco todos.
Los que en otro lado del mundo pululan y son los de mostrar y admirar dignos de copiar por su ingenio, perseverancia
y tesón, en el nuestro, lo hacen buscando estilos de vida que se venden como fácil,
rodeados de dinero, lujos, mujeres y buena vida, un caldo de cultivo que atrae a
incautos, en una sociedad que premia al que tiene y sobresale sin importar
mucho el origen de su éxito.
El emprendedor ácido, que llamo así por aquello de ser básico,
crudo, bajo y de poca dignidad, administra empresas clandestinas, diseña y
opera sofisticados modelos de mercadeo y distribución, o ejecuta prácticas
delictivas que son perseguidas por las autoridades con acosado ahínco y tesón, utilizando
con rigor, técnicas de creatividad, innovación para lograr colocar sus venenosos
productos al servicio del mercado.
Pero su deplorable función no
debe entretenernos para sustentar que las competencias emprendedoras
innovadoras que propongo: pasión, curiosidad, imaginación, cooperación y
proactividad, las tienen en nivel alto, por no decir altísimo, lo que les
permite sobrevivir para ejecutar sus sucios modelos de negocio con “éxito, y
evitar caer en las garras de las autoridades.
Pero la reflexión ¿Cómo es posible que se haya permitido que emprendimientos
ácido sean la opción de proyecto de vida de muchos que tienen la habilidad
para ser emprendedores innovadores, pero que desvían su camino ante la falta de
oportunidades equilibradas y coherentes con lo que se quiere ser?
¿Cómo
es posible que los emprendimientos ácidos superen con preocupante éxito,
los impactos de las inversiones de millones de dólares hechas por años, por cientos
de ciudades latinoamericanas, entre ellas Medellín, Colombia, para promover el desarrollo
del ecosistema emprendedor, sacar a la gente de la pobreza y mejorar la calidad
de vida de sus habitantes?
Es razón del administrador público, pero también de la sociedad civil, crear,
proponer, auspiciar ambientes para el desarrollo del emprendimiento. Rectificar
el camino mediante acciones dirigidas para el desarrollo de las competencias
emprendedoras innovadoras desde la base primaria y la niñez, pero desde la
perspectiva del ser emprendedor y no del empresario.
Construir personas de bien desde modelos de aprendizaje que estimulen el
conocimiento personal para vivir con Pasión; que desarrollen la curiosidad
para fomentar el pensamiento crítico y analítico; que inspiren la imaginación
hacia la experimentación y el pensamiento creativo; que inviten a la cooperación
para tener visión colectiva y solidaria, e impulsen la proactividad para
evitar la procrastinación y el dejar todo para mañana, podría ser generadores
de un cambio social en el mediano y largo plazo sin precedentes, evitando con ello la fuga de cerebros y capital
intelectual hacia lo oscuro y subterráneo, que, de aprovecharse de la mejor manera,
contribuirían al progreso social, cultural, científico y económico de nuestros países.
Agradezco tu participación y opinión sobre el escrito.
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