martes, 4 de octubre de 2022

TRAS LAS REJAS- El arte al servicio de la humanidad

   Conocí meses atrás un emprendimiento que movió mi vida. Trajo a mi mente el recuerdo de un domingo, cuando papá, llegó a casa con un desconocido.   

   “Se llama José y viene de la cárcel”, presentó Martiniano en tono seco al extraño, dejándonos a todos con la cara en forma de O de terror, al escuchar la presentación. Hablo de mi familia en pleno mirando al personaje quien después de un tímido saludo, se dirigió hacia el garaje para lavar el carro.

   Papá quiso ayudarlo ofreciéndole una oportunidad para su reinserción social, diciéndole en el lenguaje de las acciones, que cualquiera puede equivocarse, pero que es su deber aprovechar las oportunidades de resarcirse, y cambiar el rumbo de su existencia hacia uno de mejor destino.

      Hacia un mundo mejor.

   Algo por lo que deberíamos propender los seres humanos teniendo consideración por aquellos que por cualquier circunstancia han equivocado sus acciones, tal y como le pasó a José, quien llegó a nuestra casa a punto de cumplir una condena de 20 años por asesinato.

   Y es que lo del mundo mejor no es cuestión ambiental, animalista o de cumplimiento de los ODS. Debe enfocarse y de qué manera, en la atención al ser humano como parte fundamental para lograrlo teniendo en cuenta, su esencia primaria dentro de las dimensiones sociales, culturales y psicológicas, sin importar quién es, que hace, o donde se encuentra.

   Por eso cuando conocí a Manuela, Leidy y Sebastián haciendo un pitch sobre su emprendimiento, Corporación Epígrafe, mi vida se movió. Recordé a papá, pero también reforcé mi convicción de luchar por el cambio positivo, por la visión del emprendimiento social como vehículo para alcanzar el desarrollo y con él, el bienestar de la humanidad.   

   Un deber ser de todo emprendedor social del que ellos son ejemplo a seguir: el de   servir y beneficiar a la humanidad a través de emprendimientos que definan su sentido, concepto o propósito fundamental en un mundo mejor, operando bajo modelos de negocio o de intervención social innovadores, sostenibles y promotores de cambio radical.    

   Como lo hace la Corporación Epígrafe.

   La que me recordó a mi padre y su enfoque social de la vida.

   La que hace cosas por amor, no por trabajo, que lucha incansable por alcanzar la sostenibilidad económica y generar valor social mediante acciones dirigidas al fortalecimiento psicosocial de personas que viven en situación de encierro, con especial atención, en aquellos que cargan con su propio infierno ante la perdida de la libertad y están a punto de recuperarla, orientándolos para que asuman un propósito de vida superior de esperanza, fortalecimiento espiritual cuando salgan, aprovechando las bondades que el arte tiene para el asunto.

   Un caso de innovación social que no depende de recursos estatales para sobrevivir, sino de la gestión efectiva del equipo de trabajo por captar recursos del sector empresarial, la cooperación internacional, pero en especial, de las alianzas estratégicas y relaciones comerciales con aquellos que vean en su modelo CREA, un apoyo para el cumplimiento de los objetivos sociales de sus organizaciones.

   Otro deber ser del emprendimiento social.

   El desarrollo de activos intangibles como los modelos de intervención social propios. Modelos que permiten la realización de prácticas sociales escalables, medibles y generadoras de impacto positivo; replicables en otras organizaciones o lugares del planeta, que lleguen a convertirse porque no, en franquicias sociales, cero dependiente del estado. Una situación relativamente fácil de impulsar cuando se cuenta con el apoyo de equipos de trabajo transdisciplinarios de alto desempeño, conocedores del inductor de valor de la organización[1], y del sentido social o concepto de negocio de esta.

   Como el modelo CREA de Epígrafe.

   Un modelo de intervención social soportado en el inductor de valor know how[2], desarrollado por su incansable equipo durante años de trabajo. “(…) una estrategia de acompañamiento y formación humana para las personas privadas de la libertad, en la que se brindan herramientas, principalmente artísticas, que le permiten al individuo reconocerse, reconocer al otro e interactuar asertiva y positivamente con la sociedad (…) se utiliza la creación artística para facilitar la expresión y resolución de emociones y conflictos (…) se desarrolla la capacidad de motivarse, reconocer sentimientos propios y de otros (…) y manejar adecuadamente las relaciones. [3]

   Aunque CREA posibilita la sostenibilidad financiera y la capacidad de generar valor social de la corporación, no las garantiza. 

   La acerca al deber ser del emprendimiento social del siglo 21, uno que mantiene vigilancia sobre la inestabilidad del mundo y los cambios que se generan de manera abrupta y radical, para aprovechar las oportunidades sociales que surgen exigiendo a los emprendedores, a fortalecer las competencias y habilidades de resiliencia, emprendimiento e innovación, para proponer soluciones generadoras de impacto positivo para la humanidad.

   Como mi padre, Manuela, Leidy y Sebastián sirven a la humanidad. Él, desde el asistencialismo promovido en su época, ellos, desde la capacidad de emprender una empresa social que soporta sus acciones en la innovación social puesta  al servicio de personas que, por azares de  la vida, equivocaron su camino, pero que lo desean rectificar.

 

[3] https://epigrafe.org/informes/programa-crea/ 

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